Casi todos coincidiríamos en que una biblioteca no sería tal
si no tuviese libros devastados, con las hojas amarillentas y olor a papel
viejo. Y es que a los libros se les nota la edad tanto como a nosotros aunque
no tengan canas, ya que están hechos mayormente de materiales orgánicos, es
decir, vivos, como nosotros mismos, y la edad nunca perdona a nadie.
Ahora bien, ¿os habéis preguntado alguna vez por qué las
páginas de los libros se vuelven amarillas y cómo se origina ese olor tan
característico de los libros viejos?... el papel, como todos sabemos, proviene
de los árboles y por tanto está compuesto de fibras vegetales. En estas fibras
vegetales destacan sustancias como la lignina entre otras, de color oscuro y
que precisamente es la culpable de la transformación de color que sufren las
hojas. Esto ocurre debido al contacto de esta sustancia con el aire y el sol,
produciéndose así un proceso de oxidación, dotando así de color amarillo a las
páginas.
En cuanto al olor “a vainilla”, como dicen algunos, de los
libros ( que el hedor de los libros agrade al hombre o no es una cuestión de
gustos personales), también debemos prestar atención a su composición de materias
inorgánicas volátiles (que emanan) y el inevitable contacto que se produce con
el aire.
Este olor no solo sirve para sentirnos como en casa cuando
nos encontramos en una biblioteca sino que también, puede ser útil para
descubrir nuevas moléculas. Esta nueva técnica, llamada degradómica material,
consiste en analizar los compuestos volátiles de una gran cantidad de libros
pertenecientes al mismo periodo histórico, como el experimento que se hizo con
setenta y dos libros de los siglos XIX y XX, y que trajo como resultado la
definición de quince moléculas hasta entonces desconocidas. Esto puede ser útil
para una mejor conservación de los libros milenarios y de aquellos que van
envejeciendo. Después de todo, ¿qué sería un libro sin su desgaste vital? No sería
nada, no tendría vida, y quizás no nos sentiríamos tan identificados con ellos.
Los viejos siempre serán los sabios, por eso mismo... por viejos.
Miriam Fopiani
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