sábado, 30 de noviembre de 2013

Una de literatura





Acojonado por esto de escribir algo cada semana y preocupado por transmitir asuntos que atraigan a los lectores, tomé la decisión de buscar en Internet cuales eran los temas actuales que más interesaban al público.
Navegué por la web con la esperanza de encontrarme a géneros literarios en alza como el thriller, la novela histórica, el misterio o el suspense… incluso podría haber imaginado que los libros que más se vendiesen en las librerías fuesen aquellos que estuvieran repletos de zombis maltrechos, o de esos nuevos vampiros desesperados por conquistar a una adolescente de Instituto.
Pero estaba totalmente equivocado.
Me topé con la simpática noticia de que estos temas quedan ahora en segundo plano, a la sombra, y nunca mejor dicho, de una nueva y aplastante corriente literaria que está últimamente en boga.
El Chick-lit.
¿Y qué género es este? Se preguntarán. Al menos yo lo hice.
Pues muy fácil. Tan fácil como burlesco.
Al parecer,Chick-lit es un género dentro de la novela romántica, escrito y dirigido para mujeres jóvenes, especialmente solteras, que están entre los veinte y los treinta años. Chick es una forma coloquial en inglés de decir chica y Lit una abreviación de la palabra Literature. Entonces: Literatura para chicas.
Bien. Perfecto.
Lo que yo quería.
Me dispongo a escribir algo que vaya haciendo el nombre de Fopiani más conocido, publicar y colarme en la literatura actual, conseguir lo que la gente busca en las librerías y las librerías buscan de las editoriales. Estoy totalmente dispuesto a adaptarme a las necesidades actuales y me encuentro con esto: “Si quieres destacar, escribe literatura para chicas”
Manda huevos.
Pero se equivocan aquellos que tienen la desfachatez de pensar que podía rendirme tan fácilmente. Nanai. El ansia de conseguir fama, prestigio y reconocimiento por parte de mi público, la ilusión y las ganas por escribir algo que interese, hicieron que siguiese ahondando más en el tema de marras y me informara sobre este nuevo arrasador género literario.
Quizás, escribiendo literatura para chicas aun pudiera encontrar mi vena… literaria.
Entonces nació la idea de tirar la casa por la ventana.Estaba dispuesto a renunciar a mi condición sexual, a la hombría y porte que me caracterizan para pasar a ser un auténtico escritor Chick. Todo sea por la fama y el dinero.
Entonces exploré, animado me puse manos a la obra e indagué la forma de hacer una buena novela Chick-Lit y reinar en las librerías. Ya casi podía imaginarme con unas gafas de pasta, un fular estampado y una camisa Dior color pastel, cuando buscando por la web descubrí  asuntos que van en contra, incluso, de mis míseros principios.
La protagonista de estas novelas es siempre la misma y además, le pasan siempre las mismas cosas: Chica de entre 25 y 35 años, que trabaja y que se gasta gran parte de su escaso salario en ropa y potingues para la cara. Estas mujercitas también cuentan con varios fracasos amorosos a las espaldas, y no saben qué hacer con la vida que les viene de frente… “¿Esposa?, ¿Madre? ¿Buena profesional? ¿Pintarse las uñas sin mancharse?”. A mitad de la historia siempre ocurre que esta chiquilla decide coger el toro por los cuernos y arreglar la vida.
¿Y cómo?
Pues ligándose a un príncipe azul que casualmente trabaja en la oficina de al lado. El típico hombre alto, apuesto, fornido y con ojos claros que hacen que los hombres como yo no se coman rosca. Y todo ello, además,  rodeado de un reforzado contenido erótico que aumentan, cuanto menos, un par de grados de temperatura al que lo lee.
En fin, que dicha mezcla de romances, ropa de marca, maquillaje y sexo por todas las esquinas, lejos de ser una literatura feminista que defiende a  la mujer y la muestra como persona actual y autosuficiente, lo que hace es describir al prototipo de mujer que se estilaba en la Edad de bronce. Señores, con estos libros estamos volviendo al pasado y sin siquiera montarnos en un Delorean. Volvemos al pasado porque la mujer solo quiere comprarse un traje blanco, casarse, tener mil hijos, fregarle los palominos a su marido y comer perdices.
Al final va a resultar que en vez de literatura romántica escrita por mujeres, terminan siendo novelas escritas por machistas con tetas y pelo largo. Lo peor de todo es que las chicas se mueren por leer estos libros y dejar pingües beneficios a las editoriales y sus autores.
Que principalmente es lo que yo quiero. Hacerme rico.
Pero parece que voy a tener que seguir esperando.
Me niego a escribir mierda de esta índole.


Apostaré por dejar las modas literarias a un lado y escribir lo que buenamente me venga en gana. 
Y ya está.

Daniel Fopiani



martes, 26 de noviembre de 2013

El sucesor

 



  ¡Esto no puede ser cierto! Debe de ser una broma…
Siempre se había escuchado que cuando un presidente americano finaliza su mandato al frente de la Casa Blanca, este le pasa a su sucesor el famoso maletín negro de los EEUU. Un maletín que contiene unos documentos altamente secretos, que tratan temas como la verdad sobre quién mató a Kennedy, qué pasó el 11-S, qué se esconde en el Área 51 o cuál es la misteriosa receta del Big Mac.
Después de ver tantas películas uno puede esperarse que ciertamente nuestros vecinos yanquis puedan tener acceso a estos archivos ocultos para el resto de los mortales. Espías supersecretos de la CIA, y otros no tan secretos como los de la NSA, conspiraciones de nivel mundial y hombres de negro con gafas de sol que se codean con seres de inteligencia superior. 
Todo esto puede ser más o menos esperado del imperio Coca-Cola.
Pero nunca nadie se habría podido imaginar que en nuestro País existiera un maletín similar.
O incluso de mayor valor.
Eso era impensable.
Esto… — continuó diciendo el nuevo presidente del gobierno — esto me coge totalmente por sorpresa…
Igual me pasó a mí — dijo el ex presidente— de la misma manera que me traspasaron este maletín cuando comencé con mi mandato, yo he de hacerlo contigo. A mí ya se me acabó la fiesta y ahora tú eres su heredero. Como ya te he dicho, serás el responsable de que nadie conozca lo que se esconde en su interior… si cae en las manos equivocadas… la catástrofe podría ser Universal.
¡Pero cómo puede existir algo así! Me has dicho que ese maletín guarda un aparato capaz de parar el tiempo… de congelarlo a mi voluntad. ¡Eso es imposible!
Amigo mío, con el tiempo te darás cuenta de que ser presidente del gobierno no es tarea sencilla. Esto que tienes ahora en tu poder no es más que una herramienta que facilitará enormemente tu trabajo. Un aparato como este puede ser muy útil si se utiliza con cabeza…
El ex presidente tendió el maletín y lo puso encima del escritorio del nuevo presidente del gobierno. Pareció dedicarle una fugaz mirada melancólica, como si no quisiera desprenderse de aquel mágico aparato. Sin embargo, dio media vuelta y se dirigió con paso decidido hasta a la salida del despacho.
Ahora todo este País está bajo tu responsabilidad, estoy seguro que con la ayuda de ese maletín serás un buen presidente. Te deseo toda la suerte del mundo frente a la ardua tarea que se te presenta por delante — dijo antes de marcharse.
El nuevo presidente del gobierno se quedó solo  en su despacho, sin saber qué hacer ni qué pensar. En un acto de atrevimiento abrió los broches del maletín y observó con ojos centelleantes lo que guardaba en su interior.
Se trataba de un aparato electrónico, del tamaño de un teléfono móvil,  pero tan simple  que solo tenía un único botón rojo en su parte central.
«Parar el tiempo». Decía
Esto no es verdad, no puede estar ocurriéndome a mí… — pensó el nuevo presidente — ¿Cómo puede existir algo así? ¿Realmente es el presidente del gobierno el más indicado para tener este poder entre sus manos?  Yo ni siquiera acabé los estudios… Todo esto debe de ser una broma. ¡Claro! Seguro que es costumbre que en los relevos de poder se gaste esta broma… no es posible que exista algo capaz de parar el tiempo…
El presidente del gobierno, convencido de que todo ello era una farsa, pulsó el botón rojo del aparato hasta el fondo.
Se asomó a la ventana del lujoso Palacio de la Moncloa y se dio cuenta de algo verdaderamente acojonante.
Se quedó de una pieza.
Estupefacto.
Aquella máquina funcionaba realmente.

Desde la ventana de su palacio podía ver como los ciudadanos de su País permanecían jodidamente parados.
 
Daniel Fopiani



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Sueños





Nunca he podido dormir por las noches con el televisor encendido.

Los resplandores violáceos que se reflejan por todo el dormitorio y las voces de fondo de los personajes hacen que inconscientemente quiera seguir el hilo del programa y que mis nervios, lejos de relajarse, se crispen.
La mierda.
Nunca pude conciliar el sueño con el televisor encendido.
Sin embargo, como ya sabrán, la mujer siempre manda en la cama.
Después de varios intentos de negociación con mi mujer, llegamos a un acuerdo: si quería seguir durmiendo en mi cama tenía que aceptar sus reglas, en fin, con la tele encendida. Sin opción a reclamación, ni queja alguna por escrito, tuve que joderme y
acostumbrarme a dormir con la dichosa pantalla en funcionamiento.
Los primeros días, como antes les he comentado, me era prácticamente imposible conciliar el sueño con tanto escándalo de ruido y luces; pero al poco tiempo, mi frágil mente se fue habituando a aquel atentado contra el descanso.
Quien me iba a decir a mí que aquella practica me llevaría a descubrir nuevas experiencias.
De las mejores que he tenido en la vida.
Empecé a notar que, inconscientemente, noche tras noche soñaba con aquello último que había visto en la televisión. Los sueños que tenía eran algo así como continuaciones de los programas o películas que había visto justo antes de dormir, y que podía controlar a mi antojo.
Imagínense soñar con ser un bailongo que puede llevarse la chica que le dé la gana de la discoteca con tan solo un movimiento de cadera después de ver Fiebre del sábado noche. O con tener superpoderes y ser el dueño de la ciudad como Spiderman. Con controlar el tiempo a tu antojo como en Regreso al futuro; viajar al caribe y disfrutar de sus playas paradisiacas después de ver un programa de Callejeros viajeros, o colarse en un banco y dejarle la caja fuerte como el frigorífico de un parado con el anillo invisible de Frodo.
Todos estos sueños, estas experiencias, aunque nunca llegasen a ocurrir en la realidad, han quedado en mi recuerdo grabados a fuego ya que de alguna manera, las he disfrutado en primera persona.
Noche tras noche organizo una nueva aventura estudiando con detenimiento la cartela de televisión.
Y esto mola que te cagas.
Sin embargo, no todos los días son fiesta, y esta noche he tenido la peor pesadilla de mi vida.
Esta madrugada he sido víctima de un acoso inhumano.
Me he visto rodeado de personas que parecían haber perdido la cordura y que no paraban de soltar gritos a diestro y siniestro. Chillaban, y lo hacían escandalosamente sobre asuntos nada agradables. Lo peor de todo esto es que esos gritos no tenían ni pie ni cabeza, lo único que podía adivinarse es que tenían la clara intención de destrozarse los unos a los otros. Me encontraba en medio de una batalla sin cuartel, de un todos contra todos, en el que todas aquellas almas atormentadas luchaban por quedar encima del que tenía enfrente a toda costa.
Sí señor.
Esta noche me he visto envuelto en el caos más absoluto sin saber si quiera cómo había llegado hasta  ese infierno, en el que descuartizar al prójimo, verlo hundido o humillado eran los únicos objetivos que tenían estos extraños personajes, que en algunos casos presentaban las peores de las deformaciones, como pelucas enmarañadas, rostros famélicos o narices asimétricas.
En fin.
Como ya sabrán, la mujer siempre manda en la cama.

Esta noche me venció el sueño mientras mi mujer veía Sálvame Deluxe en el televisor.
 
Daniel Fopiani

sábado, 9 de noviembre de 2013

El 20 de noviembre a la venta

 


Pues sí.
Después de tanto trabajo y tiempos de espera por fin tenemos fecha de salida. El día 20 de Noviembre sale a la venta "Relatos sin contrato". Si están interesados en conseguir una copia, pueden adquirirla a través de este Blog o en cualquier librería cercana a su casa a partir de la fecha.



viernes, 8 de noviembre de 2013

Arma blanca






— ¡Me cago en tu mala sombra! ¡Qué no te muevas, coño!
― ¡Vale, vale! Tranquilícese, por favor. Haré lo que me diga, llévese lo que quiera.
Agustín estaba atacado de los nervios.
Volvía a tener frente por frente la cara del director de su banco, pero esta vez no era un rostro soberbio y altanero, si no que ahora tenía una cara pálida, sudorosa, acojonada de miedo.
Incluso podía olerse en el ambiente el orín de sus pantalones.
Tío asqueroso…
Llevaba más de tres meses viendo esa cara, día tras día, suplicándole detrás de una ventanilla blindada un préstamo para pagar sus deudas… ¡Una cantidad de dinero ridícula para cualquier banco! ¿Por qué no se lo concedían? Llevaba media vida trabajando con la nómina domiciliada en aquella sucursal y nunca había faltado a sus pagos… Y ahora que las cosas no le iban del
todo bien… ¿Por qué carajo no se lo concedían? ¿Se estaban riendo de él? ¿Se estaban riendo de su familia? ¿De sus hijos?
Pues nada.
Le había costado tomar la decisión y reunir el valor suficiente para asaltar de madrugada el chalet del director, pero ahora había conseguido un aval que lo respaldara para solicitar el préstamo y quería presentárselo al director del banco.
Un cuchillo jamonero.
Con un aval de este tipo se entienden mejor las cosas y el papeleo se agiliza una barbaridad.
Agustín apretó un poco más el cuchillo sobre el cuello desnudo del director y se recreó en aquel careto descompuesto por la situación.
― ¿Qué me lleve lo que quiera? No soy un puto ladrón, gilipollas… ¿Es que ni siquiera te acuerdas de mi cara? Llevo meses asistiendo, suplicando, diariamente a tu banco para pedirte un préstamo.
― Oh… sí, claro… Don Roberto…
― ¡Don Roberto de qué, cabronazo! — el atracador se abalanzó un poco más sobre su víctima, haciendo esfuerzos por no presionar demasiado sobre el cuello sudado del director y rebanárselo antes de tiempo— Me llamo Agustín, Agustín Fernández.
― ¡Sí, sí! Claro. Perdone, me he equivocado… Está bien, está bien. Supongo que podemos hacer algo por solucionar su problema — comenzó a negociar el director con tono de congoja — Hay unos impresos ahí, en el cajón de mi escritorio.
Agustín cedió un poco con el cuchillo jamonero y liberó por unos momentos a su víctima, empujándolo hasta la mesa para que cogiera los papeles.
El director, mientras abría el cajón del escritorio se palpó el cuello con su mano derecha. Un tibio hilo de sangre resbalaba por el cuello, pero al menos aun lo tenía en su sitio.
― Verá — comentó el director mientras se secaba el sudor — estos impresos realmente tienen poco peso legal, solo se trata de un formulario de solicitud de préstamo bancario… para hacer firme esta operación, deberá de firmar el contrato en la sucursal y facilitar todos los documentos necesarios.
― Pedazo de cagueta… Mira que rápido aparecen ahora los papeles… ¿Qué pasa que ahora sí soy un digno cliente para su banco, no?
El director enmudeció del terror y notó como se ruborizaba mientras volvía a sentir una humedad templada en sus pantalones.
No podía quitar ojo al cuchillo que el atracador se pasaba de una mano a otra.
― Vaya tío granuja… bueno, si firmo ese papel me concede el préstamo ¿No?
―Sí. Firmando este impreso daremos comienzo al estudio de viabilidad, pero haré todo lo posible por que usted no tenga problemas… ―dijo el banquero mientras intentaba forzar una asquerosa sonrisa amistosa ―, solo necesito saber cuánto dinero quiere.
― Solo necesito mil euros. Se lo vuelvo a repetir, es para dar de comer a mis hijos y comprarles los libros de la escuela… ¡Sinvergüenza!
El director escribió la cantidad en el impreso y comenzó a decir con voz temblorosa.
― Si firma en este recuadro tendrá usted ingresado los mil euros tan pronto como sea posible. Usted se estará comprometiendo a pagar una cuota de 250 euros al mes durante cinco años, soportando un interés del 30% más la comisión de apertura y el seguro de cancelación anticipada…
― ¡Que sí, que sí! Deme el papel de una vez.
Agustín ni se molestó en hacer cuentas de lo que estaba firmando. El dinero le hacía falta y en el colegio no le habían enseñado nada sobre las abusivas cláusulas que puede tener el contrato de un simple préstamo.
Apoyó el impreso sobre la mesa y soltó el cuchillo a su lado.
El director del banco le acercó un bolígrafo que tenía en el escritorio.
Mientras Agustín firmaba, el director no podía dejar de observar el arma blanca que segundos antes había amenazado su vida.

«Vaya forma más primitiva la de atracar con un cuchillo jamonero»

Pensó el director mientras observaba el bolígrafo que segundos antes le había tendido a Agustín.
 
Daniel Fopiani